Aunque no soy un viajero propiamente dicho, cada vez me voy acostumbrando más a eso de amanecer en una ciudad y anochecer en otra. Además si el viaje es, como el de hoy, en más que buena compañía, quinientos kilómetros apenas son un paseo en los que no se pueden agotar todos los temas de los que se quiere hablar. Y es que la carretera es un lugar como cualquier otro para ponerse a filosofar y arreglar vidas propias y ajenas. Por otro lado, como ya va siendo una tradición familiar en nuestras cada vez más frecuentes travesías norte-sur y sur-norte por nuestra ya querida A-6, todo esto se acompaña de parada técnica en que repone el coche y el ocupante en el aristotélico y exacto punto medio del viaje con el archiconocido y socorrido bocata de bacon.
En definitiva, que el medievalista vuelve de nuevo a tierras de los madriles a ver a los parientes cercanos y lejanos y amistades varias, aunque el motivo oficial es una vez más un congreso. Serán días alejados de la Corte en que se volverán aún más atípicamente familiares y aburridas las entradas, pero siempre es bueno volver.
Ten cuidiau con las idas y vueltas, que ya sé de más de unu mareau. Y no por la risa esa que os traeis con lo de efectívamente.
ResponderEliminarLo normal es aprovechar inmediatamente la infraestructura que dajaron los viajeros para hacer el furacu del que ¡nadie! te va a sacar.
Si abandonas a la primera de cambiu, malu.
Una vez calcule que con todos mis billetes de autobus Pamplona-Madrid-Pamplona hubiera podido empapelar el dormitorio, a este paso te pasara a ti lo mismo con los tickets del peaje del Huerna. Yo los tire, asi que guardalos que nunca se sabe.
ResponderEliminar¡Efectivamente!
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