Nos esse quasi nanos, gigantium humeris insidentes, ut possimus plura eis et remotiora videre, non utique proprii visus acumine, aut eminentia corporis, sed quia in altum subvenimur et extollimur magnitudine gigantea.
(Bernardus Carnotensis)

lunes, 22 de noviembre de 2010

AD PEDEM LITTERAE

Esta semana va a tocar madrugar prácticamente todos los días entre pitos y flautas. Hoy ha sido para ir con uno de mis compañeros de máster, un entrañable historiador de pasado bancario que vive una segunda juventud (con más comodidades que los que aún estamos en la primera) que viene a ser trasunto de nuestro Cicerón complutense que espero ver en unos días. El caso es que hemos ido a pasar la mañana entre libros y bibliotecas al centro histórico, repartiendo la jornada entre el edificio histórico de la Universidad y el Palacio del Conde de Toreno, incluyendo parada en la mítica Ojanguren. Eso sí, como uno tiene que coger fuerza para afrontar semejante itinerario, antes de nada hemos recalado en Rialto a tomar un cafetín con alguna de las ofertas de la casa recién horneadas, compartiendo salón con entrañables vieyinas que en vez de tomarlo por la tarde lo toman por la mañana.
Y Para que mi día a día no sea aburrido protagonista de esta bitácora virtual, procuraré desde hoy contar alguna que otra cosa más allá de mi día. Y para empezar con buen pie, qué mejor que hoy con la Universidad ya cuatricentenaria (aunque en 2008 se celebrara el aniversario en su curso 399 de existencia). El edificio histórico que se alza imponente y austero sobre la calle San Francisco no es es sino lo que sobrevivió al 34 y a la Guerra Civil, y hoy se sitúa allí el Rectorado. Pero de su pasado más antiguo perviven en su perímetro unas cadenas y bolardos que tristemente nadie tiene en cuenta. Se trata de la señal de la frontera de la jurisdicción de la universidad, porque todo lo que sucediera de cadenas para adentro era sometido a los estatutos de la universidad y las competencias de la policía universitaria bajo la implacable mano del señor rector. Riáse usted de los grises y los rectoradostiránicos de ahora, pues entonces lo mismo se juzgaba tirar un avión de papel o copiar en un examen que matar a alguien dentro de esas cadenas. Y es que los tiempos acaban cambiando...

2 comentarios:

  1. Bueno, ahora también tiene las mismas consecuencias matar a alguien que copiar en un exámen, y casi que tirar un avión de papel ... en ambos lados de las cadenas. Así nos va.

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