Nos esse quasi nanos, gigantium humeris insidentes, ut possimus plura eis et remotiora videre, non utique proprii visus acumine, aut eminentia corporis, sed quia in altum subvenimur et extollimur magnitudine gigantea.
(Bernardus Carnotensis)

jueves, 28 de octubre de 2010

SANCTA OVETENSIS

Hay días, como ayer se vio, que poco hay que contar y no resulta indicado ni dejar un comentario. Otros, en cambio, están llenos de actividad y en los que de verdad aprendes muchísimo y daría para llenar más de un blog. Hoy ha sido uno más bien de los segundos, porque hemos salido de las aulas y hemos invadido literalmente el centro de Oviedo, que en algo se tenía que notar que estamos en un máster de la ciudad medieval en una ciudad medieval. Así que hemos salido al asalto de la Catedral, la Sancta Ovetensis.
Hemos pasado el día prácticamente entero en ella con dos de nuestras profesoras -la experta en prerrománico y románico y la experta en el gótico y el XV-, así que nos hemos ido con la lección aprendida y alguna que otra historia en el bolsillo. Hoy por ejemplo hemos sabido que fue un tocayo mío que era abad por aquella época quien se atrevió a abrir el Arca Santa que preside la Cámara Santa hoy tras exorcizar a una niña endemoniada que se llamaba Oria cuando pasaba por la ciudad el rey Alfonso VI. Allí dentro se encontró una fastuosa colección de reliquias que hacen de Oviedo el mayor relicario cristológico de la Cristiandad: había aquí un clavo de la Cruz, espinas de la corona, un lignum Crucis, el Santo Sudario (que no Sábana Santa), una gota de leche de la Virgen, la sandalia de san Pedro, diferentes partes de cuerpos de muchos santos y ¡hasta una pluma del Espíritu Santo! Vaya, que la grandonería ya estaba por aquel entonces.
Y de grandonerías ha estado plagada la excursión, porque no sabía yo que aquí estaba la más temprana..., la más grande..., la más rica..., la más única... (me acordaba yo de Yankeelandia) y no sé cuántos máses más que a los peregrinos que por aquí se acerquen podría decir ya en una visita más privada.
El resto de historias, para días sin aventuras...

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