Nos esse quasi nanos, gigantium humeris insidentes, ut possimus plura eis et remotiora videre, non utique proprii visus acumine, aut eminentia corporis, sed quia in altum subvenimur et extollimur magnitudine gigantea.
(Bernardus Carnotensis)

martes, 1 de febrero de 2011

STERNUMENTUM

Cuentan las lenguas antiguas que en el año 400 el griego Jenofonte estaba con sus compañeros soldados mezclado en el monumental lío de los persas que más tarde escribiría en su Anábasis, y que en un momento dado se le ocurrió animar a sus colegas dándoles una chapa de una hora al más puro estilo Gladiator. Tras semejantes ganas de hablar, cuando por fin se calló, uno de los soldados estornudó, y creyéndolo un prodigioso mensaje de los dioses (las fuentes no aclaran del todo si lo prodigioso fue el estornudo o que Jenofonte al fin callase), nombraron al orador su general y se aprestaron a la batalla.
Si eso fuese real, durante toda la mañana los dioses me habrían estado hablando a gritos por boca de mi vecina; porque no sé si se ha pillado una gripe de las gordas con lo que ha llovido estos días o es que tiene alergia al mes de febrero, pero me ha amenizado la jornada con un largo concierto de estornudo escandaloso en Si bemol. La verdad es que aunque se empeñe mi vecina italiana del piso de abajo, esta casa es muy silencioso y apenas se oye nada nunca, así que imagínense los decibelios de los estornudos. Y, además, como no conozco aún ser humano capaz de estornudar sólo una vez sin repetir, más de una vez ha llegado a encadenar cinco.
En fin, probe. Esperemos que se recupere y deje tan mal vicio. Por si acaso, "Jesús", "Salud" o un más internacional "Gesundheit".

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